miércoles, 25 de septiembre de 2013

1º Capítulo



Es la nítida luz de la fuente del centro de la plaza la que me hace abrir los ojos. Los débiles pero mágicos rayos, filtran su esplendor y brillo por el cristal desgastado de la vieja ventana. Es algo digno de ver, aunque no del todo agradable cuando te despierta su luz cegadora a las 8:00 de la mañana. Por muy bonita que sea no acabo de acostumbrarme. Hace que los ojos se me vuelvan llorosos y que me piquen terriblemente. No termino de comprender por qué me produce tal escozor, cuando a ninguno de mis compañeros de sector les pasa. Obligo a mis piernas a hacer un esfuerzo por levantar mi cuerpo y las dirijo hacia el espejo. Miro los ojos grises que tengo delante, parecen cansados y tristes. Estoy harta de verme tan desaliñada y hoy es un día el cual mi pelo rojo como el fuego es indomable. Todo esto cambiará mañana. Yo cambiaré. Masajeo mis doloridas sienes e intento desenredar los nudos de mi cabello enmarañado con los dedos; no dispongo de un tiempo infinito, al contrario que el sueño, siempre estoy cansada. Otra de mis extrañas cualidades, y una más que cambiará dentro de unas horas.  El espejo roto que tengo enfrente divide mi perfil derecho en miles de segmentos imperfectos, debido a que por alguna razón inexistente se rompió  antes de que yo ocupara aquel cuarto.

Es horrible, igual que mi habitación, gris con una pequeña  cama de sábanas blancas y un armario de color metálico al lado del tocador. Espero que después de el gran día todo cambie. Incluída mi habitación a la que tanto aborrezco. Es como si me restregase por todo lo que he tenido que pasar. O en que rango me encuentro. Me recojo ágilmente una trenza de cola de sirena y me visto con el uniforme de  entrenamiento. Unas botas de piel elástica, con unos pantalones y una camiseta negra. Encima de todo esto coloco mi preciada chaqueta de cuero. El que la toque se las tendrá que ver conmigo. Estiro mis brazos y ladeo mi cuello, lo que resulta reconfortante si has pasado una noche inquieta. Llena de pesadillas, como siempre. Abro una caja de porcelana  y saco un colgante con una caracola, lo coloco en mi cuello y noto la fría textura de la cadena rozandome mi piel. Cierro los ojos mientras jugueteo con aquel recuerdo que heredé de mi difunta madre. Murió en la batalla de hace diez años… Contra la Oscuridad. La admiro por ello. Los golpes que hacen retumbar la puerta me sacan de mi ensimismamiento. No tengo ninguna intención de darme prisa. No le voy a dar el gusto. Cojo mi mochila  y me cubro lentamente ambas manos con una venda  contra el fuego. Los novatos no lo controlan muy bien. “Siempre preocupados por nuestra seguridad”, pienso con un toque de ironía. Nos tienen como ganado, ahora no les importamos. Pronto esta situación cambiará.

Corro hacia la puerta y antes de tocar el dorado pomo, se abre. Levanto la mirada, es el guardia de mi sector, sigue las normas estrictamente como le ordenan. Desgraciadamente hay un horario que hay que seguir a conciencia.  Nosotros no tenemos voz ni voto.
“A las 8:00am desayuno.”
Siempre he pensado que es la peor norma de todas, ya que las mañanas no están de mi parte.
El guardia hace un gesto con la cabeza el cual quiere decir "llega cinco minutos tarde".  Sonrío para mis adentros. Me encojo de hombros y camino por el pasillo alumbrado por luces fluorescentes. Cuando llego al ascensor me encuentro con la chica morena de siempre, ya que las dos normalmente llegamos tarde.
-¿Que habrá para desayunar?- pregunta irónica Fery después de que se cerrara la puerta y desapareciera el guardia.
-Seguramente gachas y una tostada, pero quizás hoy se hayan vuelto originales y nos sirvan un buen tazón de leche, cereales o huevo frito.-le respondí.
-Quizás.
Se abren la puertas y salen  al sector 1. Andan hasta otra puerta y al abrirla entran  al comedor.
-Creo que huele a huevo frito y a cereales- me susurra Fery con sarcasmo.
Esbozo una sonrisa y cojo una bandeja plateada y un cuenco vacío. Paso la bandeja por  la mesa de metal que separa la comida de  el desayuno y el  comedor y miro a la cocinera. Una mujer regordeta con una redecilla cubriendo su pelo azul cielo. Su familia a heredado el deber de servir la comida durante años. Pobre, me da lástima. No tendrá el mismo futuro que yo. Aunque eso significa que tampoco tendrá las mismas responsabilidades y el mismo riesgo.
-Buenos dias Griselda.- Saludo con una sonrisa amable.
Griselda me mira de arriba a abajo y suelta un gruñido. Creo que en el fondo me quiere. Coge una cazada de gachas y la vuelca contra el cuenco, el desayuno cae poco a poco. Cuando se despega del cazo y choca contra el cuenco suena un repugnante sonido  a pringoso. ¿Cuando se plantearán ponernos algo comestible? Miro a Fery que esta a mi lado y contemplo su cara de irritación. Recibo un codazo por su parte al reirme de su cara de repugnancia. Tiene su encanto.

Cojo una rebanada de pan tostado y lo deposito encima de la bandeja. Camino hacia la mesa del fondo. Lanzo la bandeja contra la fría mesa gris y la hago derrapar hasta el fondo de la mesa en la cual me desplomo.
-Creo que a los huevos fritos y a los cereales les pasa algo.- replica Fery.
Sonrío y comienzo a revolver el mejunje pastoso que tenemos como desayuno. Si, la originalidad no es su punto fuerte.  Un chico de pelo negro alborotado y una perfecta sonrisa viene hacia nosotras. Es Sheiral, mi mejor amigo desde que teníamos cinco años y nos trajeron aquí. El área 1.  Los que pronto dejaremos este mugriento lugar. Sheiral se deja caer en la silla y saca de su mochila de entrenamiento unas bolsas negras.
-¡Bien! las has traído-dice alegre Fery mientras coge una y echa las gachas disimuladamente. Hace lo mismo con mi cuenco y mi tostada.
-¿Y ahora qué desayunamos? Necesito fuerzas para ese estupido entrenamiento.- digo desconcertada.
-Y las tendrás- replica Sheiral.
Salimos por la puerta trasera, asegurandonos de que no nos ve ningún guardia al que le toque patrullar este lugar. Una ráfaga de aire fresco nos sacude de arriba a abajo en cuanto abrimos la puerta, y hace que suspiremos de placer. Recorremos las calles de piedra y  malahierba hasta llegar a nuestro destino. La plaza Hiedra.
Caminamos entre sus jardínes. Sheiral abre su mochila y saca tres bolsas de papel marrón. Un aire dulzón inunda nuestras fosas nasales en el momento en que lo hace.
-Esta es para ti, esta para mi y esta para tí, Fery- dice mientras va sacando una a una.
Abro la bolsa y encuentro un Capuchinno y dos rosquillas con caramelo. Enarco una ceja y levanto la mirada sorprendida.
-Se que es tu desayuno favorito, te conozco demasiado.
Estoy anonadada, no recuerdo haberle dicho que me gustara desayunar eso.

-Gracias- conseguí decir al final.

3 comentarios:

  1. Alaaa, tiene muy buena pintaa :D Seguiré leyendo, me encanta la historia y la trama :)
    Un beso^^

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  2. Esta muy chula. Seguiré leyendo los capítulos de esta novela porque me encanta es super guy :)
    sigue así.
    un beso

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  3. :D me encanta sigue asi((: Y conseguiras mucho ^^

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